Por Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Publcado el 26 de agosto de 2013 en la seccion Imagen del Diario de Yucatan.
Un árbol con follaje de hojas grandes llamó tu
atención en el patio de la casa. Te pareció familiar, pero demasiado alto para
ser lo que pensabas. Te recordaba algo, sin embargo, de tu infancia, en aquel
pueblo del sur donde naciste. Cruzaste el jardín bien cuidado en el que estaba
una casita de los espíritus para entrar a la mansión –baan– de estilo tailandés, con varios tejados, algunos encimados
sobre otros, de remates agudos y estilizados, como puntas de lanza alargándose
hacia el cielo. Una pagoda dirían algunos.
Sonreíste al sentarte en la poltrona de madera oscura,
de vieja madera de teca tailandesa –de esa que ya no existe en sus montañas– y
aceptaste el whiskey puro de malta que te ofreció la anfitriona, igual que tú, siempre
con una sonrisa.
Al quedar por unos minutos a solas vino a tu
mente que habías visto ese mismo tipo de
árboles en otras partes de Bangkok y en las calles aledañas a la baan, particularmente en las avenidas.
Ahora te obsesionaba, un poco. ¡Eran almendros! Sí, el árbol que estaba a la
entrada de la residencia era uno de esos árboles en los que te columpiabas
cuando tenías 7 años; a los que cortabas –a veces a pedradas– los frutos en tu
adolescencia y bajo cuyas sombras, más tarde, recibiste al atardecer un beso en
el parque del pueblo. Había muchos ahí, alrededor de su kiosco.
El almendrero (Terminalia
catappa) es un árbol frondoso originario de Asia y África donde se le conoce
con diversos nombres: almendra tropical, de Malabar, de Bengala o almendra
india, entre otros. Pero existe en casi todo el continente americano. En
Tailandia es muy común y se le halla tanto en las urbes como en las costas. En
Phuket, en Koh Samet o en Pattayá sobresalen incluso en las playas, donde
sirven de rompevientos.
Ver estos árboles te trasladan mentalmente también a Río
de Janeiro, cuyas calles se refrescan con las sombras de centenas de
amendoerias, como les llaman en portugués. Esos almendros cariocas no dan frutos, para
evitar que las aves los coman y los niños se entretengan en cortarlos. ¿Qué
sería de Leblón, Copacabana o Laranjeiras sin almendreros? te preguntas. Una
ciudad, bella pero impersonal. Te has dado cuenta que aparecieron en varias de
las fotos del diario junto a la noticia sobre las protestas sociales este año y
también en los noticiarios de la televisión brasileños. Son testigos, mudos, de la
historia, como lo fueron en Catete y en Lapa hace décadas. Te imaginas también
a la chica en Ipanema caminando cadenciosamente debajo de la sombra de las
amendoeiras de las calles de ese barrio, mientras Jobim la ve y la siente
musicalmente.
En tu infancia comías el fruto agridulce cuyo huesillo
ya limpio quebrabas con una piedra para sacar la semilla de forma de bala que
también te deleitaba con su textura y suave sabor, faltaba más, almendrado. No
sabias, sin embargo de sus propiedades medicinales. Sus hojas, frutos y corteza
se usan contra la dermatitis y la fiebre en India y varios de los países del
sureste asiático y Taipéi. En Sri Lanka cura la disentería y algunas
enfermedades venéreas también. Alivia cólicos, asma, tos, lepra y nauseas o
mareo y en algunas partes se usa en el tratamiento de hepatitis y tumores
cancerígenos del hígado. El extracto de sus hojas es excelente bactericida,
mejor incluso que el que se usa en antibióticos comercializados. Un árbol de la
vida.
Desde la ventana de la casona en Bangkok donde
estabas, aunque ya casi a oscuras a esa hora, mientras bebías de tu vaso, divisabas
la figura vertical de un almendro con sus ramas completamente horizontales que
en diversas capas se alzaba hasta 4 metros. Era un ejemplar joven. A su lado,
el que viste al ingresar a la baan no
medía menos de 25 metros de altura, ya viejo y su follaje ya no dejaba ver las
ramas distribuida en simétricos niveles. Eso es característico de los
almedreros, además de sus raíces largas y profundas, sus hojas del tamaño de tu
mano que van del verde tierno al marrón oscuro, dependiendo de su edad, y que
caducan periódicamente dejando desnudo al árbol dos veces al año.
En España también encontraste almendros y parece que los viste en otros
países mediterráneos al igual que en casi todo el territorio mexicano y el de Centroamérica. Pero son diferentes a los
que producen las almendras que se usan en repostería y en la cocina. Estos otros almendros (Prunus amygdalus) son árboles
pequeños y producen flores rosáceas casi blancas. Son nativos del Mediterráneo
y ampliamente cultivados en el Medio Oriente e incluso en California.
La anfitriona notó tu interés en el jardín y preguntó si te gustaba el hu kwang, nombre tailandés del árbol. Asentiste
mirándola y ella dijo sin perder su sonrisa: –Ese es mi nombre de cariño. “En
efecto, el árbol de la vida…y de la belleza”, concluiste. H
Copyright 2013. Texto: Hidalgo
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