SIAM no es cobá
Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Jorge Luis Hidalgo Castellanos
"Un súbito y muy fuerte golpe lanzó al hombre contra una pared que tampoco resistió la presión acuosa y saltó en pedazos. La enorme concentración de agua se llevaba todo lo que encontraba a su paso y nada parecía detenerla. Algunos pudieron ver que se trataba de una gigantesca ola que venía de mar adentro y atravesó la playa en esa parte del mar de Andamán. El hombre golpeado no. Nunca supo qué cosa le apaleó; fue mejor. Simplemente desapareció, borrado de la faz terrestre por la inmensa onda marina que había viajado miles de millas náuticas antes de chocar con esa isla del sur de Tailandia, famoso lugar de veraneo para el turismo internacional. Muchos corrieron y tampoco escaparon, muchos otros con mejor suerte, fueron testigos de cómo el mar se comía la tierra ese día. Parecía el fin del mundo pero nadie lo había presagiado. Pasaba en Siam no en Tulúm."
La fecha no siembra dudas. Hoy es 21 de diciembre y usted está leyendo esto. Sí, sigue aquí, en este planeta, y se prepara, como la gran mayoría, a tener una Noche Buena, incluso si no se es cristiano.
Pero hace ocho años, en estas fechas, ese hombre azotado por las olas en Phuket ya no tuvo oportunidad de leer el diario, ni hubo una profecía que le advirtiera. Es que las catástrofes naturales no se pronostican. No lo hicieron los griegos, ni los romanos, ni los egipcios o los chinos. El tsunami llegó, después de un terremoto, producidos por la naturaleza, como las plantas y los hombres, pero no por una ancestral cultura o la visión de un antiguo y sabio sacerdote.
La posibilidad de que en un mundo globalizado como el actual las noticias se puedan conocer rápidamente no es suficiente para que a través de internet se cambien siglos de conocimientos en cuestión de segundos o se destruyan las culturas. Los mayas, por ejemplo, todavía siguen estando muy lejos de Tailandia, literalmente en el otro lado del orbe, y aunque en la antigua Siam hay quien conoce su cultura, mitos y profecías, la idiosincrasia nacional afortunadamente no ha permitido que se hable de la terminación del mundo en diciembre de 2012. Cómo hacerlo en una civilización que tiene, como los mayas tenían, su propio calendario.
La prensa y medios locales realmente no han reflejado la preocupación o curiosidad derivada a una creencia atribuida insistentemente a los mayas. Lo poco que se ha publicado ha sido tomado de notas de agencias noticiosas internacionales o de medios de comunicación extranjeros que las han difundido con el afán de venderlas. La hecatombe del planeta no pega en Tailandia.
Los tailandeses tienden a ver la vida con optimismo, por ello no cabe hablar aquí del apocalipsis. El budismo hace que el pueblo sea tolerante y ello permite adaptarse y adoptar costumbres, siempre que sean positivas, divertidas y hagan tener un rato de solaz. Por ello, independientemente de sus celebraciones –y fuera los intereses comerciales– la capital se llena en esta época de adornos navideños, incluidos pinos, esferas, ángeles, pesebres y estrellas, para festejar, a veces sin saber bien por qué. El pueblo aquí trata de recibir lo bueno, se une a lo que le deja algo a favor, no en contra y trata de ser mejor. No emula tragedias ni se autoimpone castigos. Lo catastrófico no va con lo thai.
En la cultura popular tailandesa existen muchas supersticiones, pero ninguna relaciona este año, por cierto el 2555 en su calendario, con el fin del mundo ni con los mayas. En Tailandia terminará pronto el año del dragón – ser mitológico y positivo en Asia-, ciclo que dará paso a otro muy favorable y dedicado a la serpiente, signo zodiacal de oriente que tampoco ha sido relacionado con Kukulkán, la mítica y divina serpiente emplumada del Mayab. Y es que aunque con similitudes, Siam no es Cobá.H
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