lunes, 28 de mayo de 2012

El sastre de Bangkok


Desde Bangkok

Publicada: Domingo, 27 de mayo de 2012 10:48 pm  |  Imagen  |
La sastrería, oficio de gran tradición en Tailandia

Por Jorge Luis Hidalgo Castellanos

Cuando se piensa en trajes, camisas y en general ropa de buena calidad y hecha a la medida se suele pensar en Inglaterra, Italia o Francia. No en Tailandia. Sin embargo en la capital de este país existen centenares o quizá millares de sastrerías y tiendas de ropa, no sólo de seda y de algodón sino también de lana, además de los tradicionales templos budistas.
Caminar por ciertas áreas de Bangkok –las mas turísticas, por cierto- puede dar la impresión de estar en una avenida de la moda o en una feria permanente de sastrería. En ambos lados de la acera se ven vitrinas con maniquíes vistiendo trajes elegantes, de color oscuro y confeccionados en lana 100% propios de James Bond, si el corte es británico o de un banquero neoyorquino o alto ejecutivo de la Wall Street. Algunos aparadores presentan ropa de lino, seda y algodón, sobre todo camisas hechas de estas dos últimas fibras naturales.

La seda, como es bien sabido, tiene en Tailandia uno de los principales lugares de producción mundial, con calidad de exportación y que es muy apreciada por los conocedores. Diversas prendas de vestir se confeccionan con la magnífica y singular seda tailandesa, particularmente para las mujeres: vestidos, faldas, blusas, trajes sastre –falda o pantalón-, mascadas, pañuelos y pañoletas, trajes típicos, batas y albornoces, en una palabra, todo.

Sastrería en el área de Sukhumvit soi 49 en Bangkok
 La sastrería elegante de Bangkok por antonomasia se muestra en las camisas de vestir o sociales –para usar con traje, vaya- de algodón puro, en general importado, dado que Tailandia no es un gran productor de algodón, a diferencia de la seda. Cualquier tienda de ropa hecha a la medida (Bespoke Tailoring), comúnmente llamada “sastrería” en la capital tailandesa ofrece una amplia gama de estampados, calidad, espesor y estilos. Algodón egipcio, oxford, popelín, royal oxford, irlandés y el más fino de todos el algodón Sea Island, tejido con un mayor número de hilos que la popelina, que es tejida con 100 hilos por pulgada, haciendo del Sea Island Cotton una tela sedosa al tacto por sus 140 hilos.
La mayoría de las sastrerías de Bangkok, manejadas por nepalíes o indios sijh, en realidad toman medidas a los clientes y envían los pedidos a talleres camiseros o especialistas en trajes, sacos y pantalones, lo que tampoco demerita la confección de las prendas. La variedad de estilos es la que puede encontrarse en Hilditch & Key, T.M. Lewin o Pink en las muy inglesas Jermyn Street o Savile Row, pero siendo sinceros, la calidad de éstas no se supera. La gran diferencia, no obstante la hacen los precios, mucho más bajos que en Londres.

Manga larga, con puño recto o redondeado, simple con uno o dos botones o bien para mancuernillas, francesa o inglesa, todas con botones de nácar, ojales perfectos y cuellos tipo italiano (Cutaway collar), el clásico y elegante tipo inglés (Turdown collar), el americano (Pin collar) o el de botones típico de la marca Brooks Brothers (Soft roll collar o Button down).

Los trajes pueden ser del estilo, modelo y época que se prefiera, en lanas ligeras y frescas para el verano o gruesas y abrigadoras para el invierno. Casimires de rayas finas, sobre fondo gris (Grey pinstripe), ojo de perdiz, rayas gruesas, príncipe de Gales, simplemente lisos o tweed. Obviamente también se cortan en pana, terciopelo, seda, lino o algodón. De dos o tres piezas como los de la sastrería inglesa Gieves & Hawkes, rectos o cruzados, con cortes laterales o solamente uno posterior, botones con ojales de verdad en la manga o sólo de ornato. Traje corte italiano, inglés o americano, pantalones con dobladillo, cintura alta, bolsillos y una o dos pinzas frontales. Si prefiere uno como el que compró en Anderson & Sheppard o en Henry Poole & Co., llévelo a Tailandia que le hacen uno igual por un décimo del precio en Savile Row.



Usted se mandaría a hacer un traje de lana en Tailandia? Bueno, lo que si se recomienda es que si viaja a este país se traiga alguna de sus camisas inglesas favoritas como modelo y le pida a un sastre de Bangkok hacerle media docena. Le costara lo que una en Jermyn Street.H

Copyright 2012.   Texto  Hidalgo

lunes, 21 de mayo de 2012

Un árbol humilde

Desde Bangkok

El jícaro, modesto y misterioso

Publicada: Lunes, 21 de mayo de 2012 3:05 am  |  Calidad de vida  | 

Por:  Jorge Luis Hidalgo Castellanos


No me enfermo, ni envejezco y vivo tantos años que hay quien dice que no muero. Parezco un personaje de novela de misterio, como aquella de un reconocido autor inglés, en el que la protagonista tenía un retrato y nunca envejecía.

Leyenda, cuento de hadas o de brujas; o tal vez una simple mentira. Lo cierto es que existe un misterio sobre mí, a pesar de mi modestia, sin embargo, soy poco apreciado en muchos lugares, sobre todo en México y, a decir verdad, en Latinoamérica en general, de donde, sin embargo, soy nativo.

Me llamo jícaro (Crescentia alata o Crescentia cujete), si bien dependiendo del lugar, se me conoce con diversos nombres: morro, calabazo, guaje, güira, y en inglés Calabash Tree, como en Belice, aunque otros me llaman Jicaro Tree.

Se me considera pobre y feo, pero ¿no acaso la belleza depende de quien mira y no del objeto observado en sí mismo? Mi corteza es fuerte y mis hojas pequeñas. Unas bolas verdes, del tamaño de un proyectil de cañón antiguo nacen de mi tronco y ramas a manera de frutos de un color verde fuerte. Les llaman jícaras.
Tailandia sí me aprecia. Los jardines me muestran orgullosos como árbol de ornato en las ciudades, de hecho está de moda incluirme en el moderno paisajismo bangkokiano.

Estoy en las jardineras o prados de los rascacielos de la zona financiera de la capital, en las áreas verdes de los centros comerciales también. Pero algunos lugares de México también me valoran, bueno, a mis jícaras que son usadas para el arte y como utensilios. De forma esférica, duras, sólidas, pesadas que una vez secas son quebradizas, aunque resistentes, su superficie es similar a la del coco y para abrirlas requieren ser golpeadas con fuerza o serruchada.

En Guerrero se pintan artísticamente con lacas de colores brillantes, en Chiapas y Michoacán también sirven para expresar el alma de los artesanos.

Muchos otros estados usan mis jícaras secas, cortadas a la mitad, como tazones de diversos tamaños en los que se bebe agua, atole, leche o chocolate.

Alguien me dijo que mi modestia me da nobleza, pues no requiero de cuidados y me adapto fácilmente a los terrenos. Se me ha subestimado a lo largo del tiempo entre otras cosas porque no soy frondoso ni aporto frutos deliciosos. Mi utilidad, no obstante, es mayor a la que se suele conocer. La pulpa de mis jícaras sirve de alimento al ganado y sus semillas incluso para alimento humano. De ella puede obtenerse etanol, combustible alcohólico para los automotores, aventajando, según los científicos, a la caña de azúcar, no sólo por el modo de cultivarme –casi sin cuidado-, sino porque no requiero de fertilizantes o pesticidas puesto que soy por naturaleza resistente a las enfermedades y plagas.

Rindo casi lo mismo que la caña, con el agregado de que las duras corazas vegetales de mis frutos sirven para elaborar utensilios, recipientes y artesanías. Es decir, de mi emana un proceso industrial integrado efectivo a través del cual ahora comienza a dárseme la nobleza que se me ha negado en la historia.

En Tailandia se desconoce cuál es mi origen pero se me reconoce en todas partes del reino y existen leyendas locales parecidas a las que en Centroamérica se cuentan sobre mí y mis antecesores respecto a mi resistencia y longevidad, lo que ha hecho siempre de mí y de mis parientes, los jícaros, unos árboles misteriosos.H

Copyright 2012.  Texto & fotos:  Hidalgo

lunes, 14 de mayo de 2012

Django y Sartana

Desde Bangkok

La tierra de los Django
Publicada: Lunes, 14 de mayo de 2012 2:30 am  |  Calidad de vida  |  3 de 45  |  

Django miraba fijamente, sin pestañear, y sus ojos azules parecían brillar en la sombra oscura que el ala de su sombrero proyectaba bajo el intenso sol del mediodía. No mostraba emoción alguna. El cuerpo erguido sentía un ligero viento y su mano derecha tanteaba el revólver que llevaba al cinto, un Colt 45, preparado para la acción. Sus botas se detuvieron dejando escuchar el sonido de las espuelas, exactamente al mismo tiempo que su adversario, ubicado aproximadamente a 30 metros, frente a él, en medio de la calle principal del pueblo, hacia un movimiento rápido. El primer tiro fue certero y Django sopló el cañón de su pistola antes de enfundarla nuevamente. La gente comenzó a salir, todavía temerosa, de las casas y edificios vecinos mientras el bandido, herido de muerte, estaba de rodillas, con una mano en el pecho. Sartana desde el balcón del hotel, desde donde observaba el duelo, sonrió a su amigo y Django devolvió el gesto con un guiño.
La influencia del cine en el mundo es innegable. El de Hollywood ha sido capaz de proyectar la imagen -a veces distorsionada- de países y culturas, lo que puede ser positivo. México también tuvo esa oportunidad a mediados del siglo XX, en la llamada Época de Oro del cine mexicano, sólo que más que proyectar a otras civilizaciones lo hizo de sí mismo, con fuerza, sobre todo en Iberoamérica.

La imagen de México en Tailandia se conoció más durante la segunda mitad del siglo pasado a través de la cinematografía. Su cultura, territorio e idioma en mucho se dieron a conocer en este país asiático a través de las películas, en particular las de un género socorrido por el Mainstream de los años 60 y 70, el Western.


Las películas del viejo y salvaje Oeste tenían muchas veces personajes mexicanos, generalmente los malos o las bonitas. En algunos largometrajes las tramas sucedían en México o en parte de lo que había sido México: California, Texas, Arizona. En otras, las producciones hollywoodenses eran filmadas completamente en locaciones mexicanas, del norte de la república, en Durango principalmente, donde en el desierto o las praderas se recreaba el Oeste de forajidos y pistoleros, pero también de emprendedores mineros, militares, misioneros y maestras.
Varios directores y actores famosos de EE.UU. filmaron en México: John Ford, Henry Fonda, John Houston, Richard Widmark y John Wayne. Este último sobre todo hizo varias películas en Durango y alternó con actores mexicanos, protagonistas y de apoyo, como Pedro Armendáriz padre, Emilio “Indio” Fernández, Dolores del Río, Anthony Quinn y varios más. Fueron vaqueros o bandoleros que cabalgaron en tierras del salvaje Oeste y Suroeste norteamericanos y del norte mexicano. Sheriffs, rancheros, jueces o bandidos eran los típicos personajes de películas cuyas historias reflejaban lugares sin ley pero con mucha riqueza.

En los años 70 surgió, alimentado y promovido por europeos, un subgénero cinematográfico: el Spaghetti o Paella Western. Cine sobre el viejo Oeste desde la perspectiva italiana y española, hecho por cineastas del viejo continente, como Sergio Leone, Corbucci o Joaquín Romero, que imaginaban el Wild West de otra manera que los americanos.

 
Muchas veces sus películas fueron hechas en escenarios italianos y españoles con artistas que representaban anglosajones deseosos de conquistar las inmensas tierras agrestes del occidente norteamericano.

Aunque las historias eran similares, la indumentaria era estilizada y los nombres de los personajes singulares —Django, Ringo, Sartana—. Fue un cine que marcó época y lanzó estrellas que quedaron en el firmamento de Hollywood, destacándose entre ellos Franco Nero, Clint Eastwood y Terence Hill.

En Tailandia las películas de Django y Sartana fueron tan populares y dejaron huella que hasta nuestros días la gente las recuerda y las relaciona con un país: México.

La relación con los Spaghetti Westerns es tan fuerte que desde los 70, el pueblo tailandés llama cariñosamente a los mexicanos “Djangos” o se refieren a México como “el país de los Djangos”.

Es usual ver encabezados en los diarios y revistas en idioma tailandés que no colocan el nombre del país, sino que señalan, que “la economía crece en la tierra de los Djangos”, por ejemplo.

A través del cine, México y Tailandia pueden conocerse mejor. El cine es un instrumento que vincula a las naciones y las da a conocer. Los Djangos ya lo hemos visto desde hace 40 años, aunque los jóvenes thais desconozcan el origen.H

Copyright 2012   Hidalgo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Gastronomia tailandesa



Desde Bangkok

La comida, pretexto tailandés para la tertulia y la plática 

(Segunda de dos partes)           Publicada: jueves, 10 de mayo de 2012.
Sobre todas las cosas, la comida y su significado son primordiales en la cultura tailandesa. Representa no sólo alimento sino reunión, tertulia y plática. Por ello, comer sin compañía es casi una maldición en Tailandia, país en el que da la impresión de que se come durante todo el día debido la proclividad a consumir tentempiés, que no constituyen platillos en sí. Fruta, verdura, cueritos, nueces, cacahuates, frituras, elotes y hasta insectos, son parte de los refrigerios cotidianos.
Los comensales, a diferencia de otros países asiáticos, no usan palillos, a menos que coman fideos  secos o en sopa. Lo normal es utilizar un tenedor y una cuchara, ésta última para llevarsela a la boca y el primero para servirse de los distintos platos o apoyar los alimentos hacia la cuchara. El cuchillo no forma parte de los cubiertos, entre otras razones debido a que las porciones normalmente vienen en trozos pequeños. Cada vez es más común en Tailandia usar una mesa donde comer, pero lo tradicional es hacerlo sobre un petate, en el piso. Asimismo, ciertos utensilios mínimos son usados para prepara la comida thai: un wok (sartén de fondo redondo), una vaporera de bambú, un mortero (molcajete) y cuchillos, además de una estufa de fuego alto.
Al igual que en la cocina mexicana, las salsas están presentes, solamente que en Tailandia no todas son picantes, pues las hay agridulces, saladas y sobre todo de pescado como la nam pla, aderezo típico local, que acostumbra servirse en lugar de sal. A la inversa, peculiar resulta ver que se agrega azúcar a la sopa del día.
Los tailandeses acompañan su comida con té caliente o jugos de frutas –mango, limón, papaya, sandía, coco, piña y otras frutas tropicales-, como el pandanus, aunque es común beber cerveza. Las nuevas tendencias y la influencia extranjera van haciendo que los refrescos, el té helado y otras bebidas vayan haciéndose espacio en las mesas tailandesas.
Algunos platillos tipicos de la gastronomía tailandesa tradicional son sopas: como la Tom Yam Goong preparada con mariscos –sobre todo camarón- lemon grass, cilantro y chile, o la Tom kha gai, con leche de coco y gallina, en una especie de consomé de pollo que fascina al comensal. El arroz es acompañamiento imprescindible preparado hervido y como plato principal si viene frito como el arroz de jazmín con huevo y hierbas o frito con piña, es un platillo de fiesta, que se sirve en la concavidad de una mitad de ese fruto con camarones, carne maciza picada de cerdo y nueces de la india. 
Los fideos, de trigo o arroz, pueden prepararse mezclados con arroz o bien como el Pad Thai, uno de los clásicos platillos, con germen de soya, cilantro, huevo frito revuelto, cacahuates, camarones y limón. Otras delicias son el pollo frito con albahaca y chile, y las famosas y nunca desairadas albóndigas tailandesas de cerdo o ternera que se acompañan con una salsa espesa de cacahuate.
El pollo frito envuelto en hojas de pandanus, semejan pequeños tamalitos en hojas verdes, que  deleitan con su suave carne. El pescado asado en hojas de plátano es tan común que existen puestos callejeros especializados en este tipo de comida. Tradicionales son los paquetitos de mariscos vaporizados o las bolsitas fritas con carne. Imperdibles son las brochetas (Satay) de cerdo, res o pollo, asadas y acompañadas con cebolla morada y rodajitas de chile que se mojan con una salsa de curry rojo con cacahuate, tamarindo, azúcar y leche de coco. Los curries, por cierto de origen indio, no pueden faltar en una mesa de Tailandia, como el Mussamán, que semeja un estofado con carne y papas cocidas. La carne al curry verde con berenjenas tailandesas es una delicia picante que hay que combinar con arroz blanco.
Para quitarse el sabor fuerte o picante un postre no sobra, por cierto, algunos son herencia de los portugueses, a base de huevo.  Pudin de tapioca, con leche de coco y fruta, calabaza en crema de coco, el típico mango con arroz pegajoso o unos plátanos fritos, espolvoreados de ajonjolí y hojas de yerbabuena. ¡Provecho!H

Copyright 2012

Texto  & Fotos: Hidalgo