miércoles, 30 de marzo de 2011

Civismo tailandés

Detalle de escena del Ramakien, en un gobelino thai.
Es impresionante el respeto que los tailandeses tienen a sus simbolos nacionales. Y entre ellos, destaca el que profesan a su himno nacional. Cuando usted visite Tailandia ponga atención al detalle: dos veces al día -8 de la mañana y 6 de la tarde- se transmite el himno en todo el país y los lugares públicos tienen sistemas de sonido en los que se puede escuchar. Es en ese justo momento, que se puede apreciar la solemnidad que se guarda al mismo.  


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Respeto cívico    Publicada:  28 marzo 2011
Jorge Luis Hidalgo Castellanos


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Desde Bangkok
Respeto cívico

Descendí del tren en una de las estaciones del metro (elevado) más concurridas y me encaminé hacia la salida para ir a un conocido centro comercial; eran casi las 6 de la tarde y aún no oscurecía. Apenas había dado algunos pasos cuando de pronto todo se detuvo, como si en una película la escena se hubiera congelado. También me paré.
 
La música ambiental se escuchaba en las bocinas de la estación y comprendí entonces algo que sin embargo me sorprendió. La melodía correspondía al himno nacional de Tailandia y la gente se detenía o dejaba de hacer lo que estaba haciendo, mostrando un respeto inusualmente visto en otros países.
 
El himno tailandés goza de un gran respeto, al igual que los otros símbolos nacionales —bandera, escudo y el rey— y se escucha en lugares públicos y en los medios de comunicación dos veces por día, diariamente; a las 8 de la mañana y a las 6 de la tarde. En las escuelas, públicas y privadas, se entona los días de clases como parte de los honores a la bandera, misma que se iza también todas las mañanas en presencia de los alumnos y profesores, quienes hacen una reverencia al final de los acordes.
 
No existe o por lo menos no se ve una autoridad que obligue a respetar o que castigue de inmediato a quien no muestre respeto, pero pareciera que sí la hay cuando uno ve el comportamiento cívico de los tailandeses. Sucede que este valor es enseñado desde muy temprana edad en la población y fomentada o exigida tanto en el hogar como en la escuela, al igual que el respeto a los mayores, a los monjes budistas y al monarca, quien, por cierto, es casi idolatrado por la mayoría y quien representa la unidad del reino.
 
Cierto es que en este rubro existe legislación que, si bien no exige el respeto expresamente, sí castiga penalmente a quien sea irrespetuoso o a quien se refiera de manera ofensiva en público a los símbolos nacionales o al soberano y la familia real, pues cometería un crimen de Lesa Majestad. El soberano, no obstante, se ha pronunciado por el ejercicio de la libre expresión y otras libertades fundamentales.
 
Me ha tocado comprobar también que en todo evento artístico, teatro, concierto, recital e incluso en exhibiciones de cine comercial se interpreta una pieza musical instrumental compuesta por el rey Rama IX, quien no solamente es músico —toca el saxofón— sino inventor y fotógrafo, entre otras cosas. En el cine uno empieza viendo los avances de próximos estrenos y algunos comerciales y,  justo antes de que inicie la película principal, se aprecia el símbolo de la casa real en la pantalla y el público se pone de pie para escuchar el real himno, diferente al nacional. La primera vez que uno experimenta esta situación sinceramente no sabe qué hacer cuando comienza a levantarse la gente y hasta llega a pensarse que hay una emergencia. Después de dos veces de ir al cine, uno se acostumbra, como a todo.
 
El respeto que veo en Tailandia por sus símbolos patrios me recuerda el que en México existe y que sin embargo ya no es ejercido tan ampliamente como antes, cuando al izarse o arriarse la bandera o escucharse el himno nacional la gente se detenía y si usaba sombrero se descubría —o la ciudadanía lo obligaba con miradas reproborias o hasta regaños— como una forma de respeto, no a los objetos o a la música, sino a lo que simbolizan: el amor a una patria que se ha forjado y defendido a lo largo de los años contra viento y marea, independientemente de partidos políticos, gobernantes o ideologías. Es el respeto a México y a sus soberanos, cada uno de los mexicanos, desde los recién nacidos —que son su futuro—  hasta los abuelos que ofrecieron sus días jóvenes y de trabajo al país ayudando a su construcción y desarrollo.
 
La educación cívica de un país va más allá del patriotismo local, pues coadyuva a sembrar y fortalecer los valores profundos que identifican a los habitantes de una nación, quienes al practicar ese civismo se convierten en mejores ciudadanos del mundo, pues reflejan dicha educación en su comportamiento cuando viajan a otros países o continentes.
En todo caso, pareciera haber una coincidencia en este aspecto entre mexicanos y tailandeses y de ello podemos sentirnos orgullosos todos, como lo comprobé recientemente en la estación Siam de la línea Sukhumvit del tren elevado en Bangkok y me trasladó al Zócalo de nuestra capital.
Copyright 2011.           Texto & Fotos:  Hidalgo

lunes, 21 de marzo de 2011

Seguridad que se siente

Cajero automático en la calle.
Comparado con otros países, de similares características y tamaño poblacional y económico, Tailandia es un país seguro. Un detalle que se ve en pocas ciudades de naciones parecidas es el alto número de cajeros automáticos que hay. Toda estación del metro, terminales de autobuses, supermercados y hasta escuelas tienen este tipo de minibancos, sin mayor aditamento de seguridad que si acaso un teléfono y parasol o paraguas contra el inclemente clima.

Por si ello fuera poco, caminar por las calles de Bangkok y otras ciudades tailandesas es seguro y de verdad ello se siente, incluso de noche y con poca iluminación o vigilancia. Sin embargo, la recomendación es, como en todo, saber a dónde se va y tener siempre precaución.

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 Desde Bangkok

Una ciudad muy segura

Publicada:  21 marzo 2011 en Diario de Yucatán 


Bangkok es una ciudad segura. Esto se nota en varias cosas, pero lo que mejor lo ilustra es la red de cajeros automáticos. Llama la atención en la capital de Tailandia, desde que uno llega, la cantidad de cajas automáticas colocadas, por ejemplo, en todas y cada una de las estaciones del metro (ambos, el subterráneo y el elevado). Si uno se fija bien, se observa que existen muchos de estos cajeros conocidos internacionalmente por sus siglas en inglés ATM por toda la ciudad.
Se encuentran lo mismo en las calles que en los centros comerciales más lujosos o en los cines y mercados o en los parques; si uno necesita dinero sólo tiene que acudir a los ATM y sacar como máximo el equivalente de hasta 10 mil pesos sin preocuparse por ir acompañado, con luz de día o rogándole al Altísimo no ser asaltado mientras se está frente a la caja de banco.
De hecho estos cajeros automáticos no tienen puertas ni guardias ni se requiere usar la tarjeta bancaria para ingresar al cubículo que en nuestro país protege de curiosos, del clima o de los delincuentes. No es necesario, no tienen esa protección porque no pasa nada.
Sin decir que no exista, la delincuencia y sobre todo los asaltos no son comunes en Tailandia y no constituyen las principales quejas o delitos denunciados por la población o los turistas.
Quizá la situación descrita no sorprenda en absoluto a los habitantes del Sureste, pero para muchos otros mexicanos lo descrito antes es realmente una novedad pues el riesgo es un fenómeno que ya es visto como normal en nuestras grandes ciudades. En “el país de las sonrisas” el asunto tiene mucho que ver con su religión mayoritaria, el budismo, y con los principios de respeto, convivencia y pacifismo practicados tradicionalmente. 
En Bangkok los índices de asaltos  y robos son bajísimos, incluso los cometidos a automóviles o casas habitación tan comunes en países americanos, africanos y europeos. Los pocos casos registrados, sobre todo en zonas residenciales de clase media y alta de la capital, son cometidos por extranjeros, generalmente bandas organizadas que operan en varias naciones asiáticas y en general tienen el mismo modus operandi.
Otro aspecto que demuestra que Tailandia es un país seguro es la posibilidad de caminar de noche en casi todas las calles de las ciudades y pueblos sin que le ocurra a uno percance alguno y no porque estén muy iluminadas, haya mucha vigilancia o se vaya acompañado o armado, ya sea en el distrito financiero, en templos, mercados o en las zonas de más algarabía que atrae a muchos extranjeros, como la soi Cowboy o Naná. En general las vías públicas son seguras, si bien muchas no tienen aceras y el peligro puede venir de los vehículos automotores, incluidos los millares de motocicletas que circulan, cuando pueden, a toda velocidad, pero en general sin tocar el claxón o bocina, otra singularidad por cierto, pero ésa es otra historia. 
Este ambiente de seguridad recuerda a ciudades mexicanas como Chetumal, Campeche y Mérida donde sus habitantes pueden caminar de madrugada con la sensación de seguridad y calma, sintiendo más temor por el calor y la lluvia que por la delincuencia; es cierto que hay de zonas a zonas. Al igual que en Bangkok, esta tranquilidad es garantizada por las autoridades, pero sobre todo por la educación y los valores inculcados en el hogar y en el colegio o quizá sea producto en ambos casos y coincidentemente por una larga historia y la existencia de grandes culturas o civilizaciones como las que han habido en el Mayab y en Siam.
La seguridad tailandesa tiene un positivo impacto en la economía nacional, pues garantiza anualmente un alto número de turistas extranjeros en todo su territorio —de los cuales, en promedio 10 mil son mexicanos— quienes son capaces de conocerlo y disfrutarlo, recomendándolo a otros potenciales visitantes debido a la grata experiencia que combina cultura, sitios arqueológicos, gastronomía, playas y selva, sin haber sufrido algún robo.
Algo similar a lo que ofrece la Península de Yucatán, la cual puede beneficiarse de una ventaja adicional: no exigir visado a muchas nacionalidades, lo que estimula el turismo.
Tailandia  en general y Bangkok en particular son lugares muy seguros, lo que no significa dejar de prestar atención al equipaje y otras pertenencias, y ello envía una imagen clara y atrayente al exterior que se refleja en una gran afluencia turística, facilitada por una ingente red de conexiones aéreas y convenios de aviación que dan la vuelta al planeta, a pesar de estar, en el caso de México, exactamente al otro lado del mundo. Son aspectos como éste los que hacen que se le conozca como la “Sorprendente Tailandia".H

 Copyright 2011                                               Texto & Fotos: Hidalgo

lunes, 14 de marzo de 2011

La danza de Pichet


Pichet Klunchut (izq.) en escena. 
Hablar de danza tailandesa en México o en otro lugar extranjero de inmediato refiere a lo tradicional; esas bellas bailarinas que con gráciles y plástico movimientos, que se antojan exagerados, recuerdan muñecas orientales vestidas de color dorado brillante y con gorros terminados en agudas puntas que semejan las estupas de los templos y palacios de este hermoso país. Ese tipo de danza, que incluso Michael Jackson adoptó en alguno de sus videos, es lo típico y parte del folklore nacional, pero también hay compañías de ballet clásico y otros, como la de Pichet Klunchun que combina ambos y la danza contemporánea dando como resultado espectáculos únicos en las bellas artes. 

Escena de "Chu Chai" (Bangkok, 5/mar/11)

Pichet y su compañía

Normally, when you talk about Thai dance outside Tahiland, one imagine the traditional dances with masks and beatiful girls dressed in golden and bright colors and wearing tower-like hats/helmets, dancing graciously with plasticity in their movements and evolutions looking as pretty Oriental dolls. That kind of dances are stereotypical and part of the Thai folk, they also has been used even for foreign artists as Michael Jackson in his videos.  But besides those performances, there also are in Thailand a number of Classic Ballet dance companies, having in Plachit Klunchun Dance Company one o f the best artistic groups that combines traditional, classic and contemporary dances, creating uniques shows within the performing arts.




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 Un ballet único   Publicada:  14 marzo 2011

Desde Bangkok

Jorge Luis Hidalgo Castellanos


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En el marco de “La Fête”, festival cultural que organiza durante dos meses desde 2004 la embajada y la Alianza francesas en Bangkok con el apoyo y patrocinio del gobierno tailandés y que ofrece un programa de actividades que abarca varias disciplinas artísticas de ambos países, se presentó en el Teatro Patravadi la Compañía de Danza Pichet Klunchun, que ofreció dos funciones el fin de semana del 5 y 6 de marzo.
El teatro se encuentra del otro lado del río Chao Phraya, en la parte histórica de lo que otrora fue la capital de Tailandia, Thonburi, y es un pequeño local sencillo con gradas que asemejan un anfiteatro romano —techado— y con ventiladores. Algo interesante considerando el clima caluroso de estas tierras y los omnipresentes mosquitos. Se encuentra en un centro cultural entre dos templos budistas y en las márgenes del famoso afluente frente al Gran Palacio.
La compañía, famosa por presentar espectáculos con contenido político a través de la danza, ofreció en esta ocasión la obra “Chu Chai”, que en tailandés significa transformación y se basa en el episodio Nang Loi (La Dama Flotante) de “El Ramakien”, la versión thai de la famosa épica india “El Ramayana”, obra de lectura obligatoria en varias preparatorias mexicanas como parte de la materia de Literatura Universal. Esta pieza dancística se ha presentado en el Lincoln Center en Nueva York y en Tailandia sólo cuatro veces en casi ocho meses.
El argumento es simple: para terminar la guerra el demonio Thotsakán obliga a su sobrina Banyakai a suplantar a Sita, la bella esposa de su enemigo Rama, transformación que supone un desafío para la joven. Pichet adapta este episodio literario a la actualidad tailandesa expresando lo doloroso que es transformar a la sociedad para detener una guerra, como la de “El Ramayana”, o para modernizar la sociedad. La compañía ilustra a través de diversos movimientos de las danzas clásica, contemporánea y tradicional las etapas evolutivas sociales reflejando los temores que dicha transformación (si la hay) provoca dentro de la sociedad.
El espectáculo de apenas 50 minutos inicia con un escenario blanco, en cuyo fondo se proyectan diapositivas con fragmentos en inglés y thai de “El Ramakien”, a manera de introducción narrativa que ubica al espectador.
Posteriormente los bailarines, vestidos en jeans y playeras o con ropa moderna y usando gafas inician su propia narración con plásticos movimientos que elevan el clima —del público y del lugar— hasta lograr un ambiente en el que cada paso o evolución dancística tiene una conexión directa con quien esta viéndolo, casi sin parpadear. La danza tradicional tailandesa ayuda a dar la sensación de escenas en cámara lenta que llegan a ser realmente espirituales. A la mitad de la función se exhibe en el fondo-pantalla del escenario una especie de documental en el que se escuchan varias respuestas de gente ordinaria a las preguntas de quién es Sita y qué sería Sita en la actualidad, lo que provoca más de una risa en el público.
Así, entre diapositivas y música, los diez bailarines, incluidos el propio Pichet, cuentan con sus brillantes —sudados y torneados— cuerpos una parte de uno de los clásicos literarios de esta región del mundo y parte de la vida actual en Tailandia.
Pichet comenzó a estudiar ballet clásico en su adolescencia, lo que combinó pronto con los bailes Khon, típica danza tailandesa con máscaras tradicionales, llevado de la mano por uno de los grandes maestros de la danza tailandesa, Chaiyot Khummanee. Posteriormente a graduarse en la Universidad Chulalongkorn, estudió en Estados Unidos y ha representado desde entonces a su país en numerosas naciones y festivales internacionales. Sin embargo, hasta ahora parece no haberse presentado en Latinoamérica. 
Esta excelente compañía artística tailandesa dirigida por el maestro Pichet Klunchun bien podría tener pronto su debut en América Latina, de darse la oportunidad de tenerlo en México, sobre todo en el Sureste y en particular en nuestra Mérida, donde hay un festival de danza desde hace varios años en diciembre.
Copyright 2011
Mezcla de Danza Khon (bailes con máscaras) y clásica
Fotos: Pichet Klunchun Dance Co.

lunes, 7 de marzo de 2011

Santana, un mexicano en Bangkok

Carlos Santana en pleno concierto The Guitar Heaven 

La famosa Impact Arena de la zona metropolitana de Bangkok abrio la gira de Carlos en Asia y Oceania el 1 de marzo de 2011, con un inolvidable concierto que hizo vibrar el auditorium de Nonthaburi y todo mundo salio adorando al virtuoso de Autlan, Jalisco. El publico asiatico es amable y respetuoso, lo que hace a veces dificil animarlo, pero Santana y su banda lo cosiguio.




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Santana en el país de los libres Publicada:  7 marzo 2011 12:17 hrs.

Desde Bangkok
Jorge Luis Hidalgo Castellanos

Promocional del concierto de Carlos Santana en Bangkok 
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El maestro nacido en México dio clase en Bangkok. Los seguidores del vituoso de la guitarra eléctrica no fueron defraudados la noche del martes 1 de marzo, cuando vieron y sobre todo escucharon los acordes de Santana; sí, Carlos Santana y su grupo de diez excelentes músicos que hicieron vibrar la Impact Arena (Muang Thong Thani) de Nonthaburi, en la zona metropolitana de la capital de Tailandia, primera estación del Santana on Tour-Guitar Heaven 2011.

 
Es a veces difícil imaginar que la música de Santana pueda tener público en Asia, pero la gira que hace por este continente y Oceanía durante marzo —abarca siete países: Tailandia, Indonesia, Singapur, Corea, Australia, Nueva Zelanda y Taiwán— no deja duda de que sí hay seguidores y el rock y la buena música tienen aficionados en todo el mundo sin importar la edad de los artistas ni quienes acuden a los conciertos.

Boletos de ingreso al concierto de Bangkok.

En Nonthaburi, y a pesar de ser martes, se veía a hijos acompañando a sus padres, nietos con abuelos, jóvenes, adolescentes o gente madura, todos en el salón multiusos que suele acoger este tipo de actos artísticos en Tailandia para dejarse llevar por Santana, que sonó exactamente como en sus discos y como en sus mejores tiempos.
 
Es cierto que en el caso de Bangkok una buena porción de los asistentes eran extranjeros, residentes o turistas, legales o no, de varias partes del planeta, de diversos orígenes y grupos raciales o étnicos, provenientes de Estados Unidos o Francia, de Brasil o Sudáfrica, de Australia o China y hasta de México; todos unidos por la música, reunidos por un guitarrista, el de Autlán de Navarro, Jalisco, quien en inglés se dirigía a la multitud, dejando de manera muy natural fluir palabras en español que todo mundo parecía comprender, con el halo casi beático de Carlos.
 
“Corazón espinado” pudo haber sido mejor si hubiera estado Maná acompañando o por lo menos Fher cantándola, pero los intérpretes de Santana —la Pantera Negra y Andy Vargas— no lo hicieron nada mal al grado de poner a un público, frío inicialmente, de pie al igual que cuando escucharon “María María”, ambos del álbum “Supernatural” del año 1999. Tres pantallas gigantes en el escenario proyectaban partes de los respectivos vídeos mezclados con acercamientos de Santana, su guitarra o sus músicos. 
 
Las percusiones —batería incluida— fueron sin duda las grandes acompañantes de la famosa guitarra Santana de exclusivos modelos I, II o MD, pero también hubo lugar para una trompeta y un trombón, un bajo extraordinario, teclados con órgano como no podía faltar para sonar a The Santana Blues Band, la primera y original de los 60, y una guitarra más. “Jingo”, “Smooth”, “Angel Love”, “Samba Pa' ti” y varios éxitos más se escucharon casi a nivel del Nirvana, ese estadio ideal de armonía y alegría, pero desafortunadamente sin la “Black Magic Woman”.
 
En la apoteosis del show, el grande de Autlán hizo que todos corearan “Light and Love” como palabras kármicas que atraen lo positivo;  su voz tranquila llamando a la paz, a que se destinen mayores recursos a la educación, a la salud y a no hacer guerras fue más que bien recibida en este país que ha pasado tragos amargos recientemente, pero donde el budismo impera y la sonrisa y el pacifismo son sellos de autenticidad nacional.
 
Carlos mostró que es un maestro, un talentoso músico, que sabe quién es y lo que es; no necesitó gritar para hacerse presente y transmitió su paz interior, su bonhomía, sencillez y calidez, abriendo los brazos, ofreciendo su corazón, su música y juntando sus manos junto al pecho para agradecer al más puro estilo budista, algo que pareciera serle familiar y no una pose. ¡Cop kum Khrab, Khun Carlos! ¡Gracias Santana!
 
Dos horas y cuarenta y cinco minutos de exuberante y energético rock con ritmos latinos, africanos y hasta melodías incidentales de The Beatles y Milton do Nascimento parecieron poco y el auditorio no ardió porque al final Bangkok no es Woodstock ni Avándaro o Río de Janeiro, el lugar estaba “limpio” como lo dijo Santana sonriendo y además había menores de edad presentes en este civilizado concierto del jaliscience. Nuevas generaciones aprendiendo lo mejor de los maestros.
Copyright 2011

Texto & Fotos: Hidalgo

martes, 1 de marzo de 2011

El rey y yo


Escena de "El Rey y Yo" (1956)

Rama IV, el rey de Siam
La historia o datos históricos dan pie a creaciones artísticas, como por ejemplo en la literatura o en el cine. Este es el caso de uno de los soberanos de la Dinastía Chakri, del que se editó una novela que se basa en las memorias de una institutriz de su familia.  El libro fue fundamental para una obra musical que se llevó al teatro en Broadway y de donde pasó al cine, teniendo como protagonista a un actor de origen ruso que personificó al rey Mongkut, Rama IV. 




Propaganda cinematográfica en español

Historical facts are excuses for some artistic creations around the world and one can find them in literature or cinema. This is exactly the case of one of the Chakri Dinasty kings, whose part of his life is reflected in a novel based in his family's Governness self-biography. The book was also the base for a Broadway's musical and a Hollywood movie called "The King and I" having in the main role an actor with Russian origin who played King Mongkut or Rama IV.  



Desde Bangkok

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Publicada: Lunes, 28 de febrero de 2011 10:43 hrs. en el Diario de Yucatán

Por Jorge Luis Hidalgo Castellanos

La conocida obra musical montada en Broadway en 1951 “El Rey y yo”, que tuvo su primera versión en Hollywood dirigida por Walter Lang y protagonizada por Yul Brynner y Deborah Kerr en 1956, se desarrolla en Siam, lo que actualmente es Tailandia, en el sureste de Asia.  Estas producciones se basan en “Ana y el Rey de Siam” (Anna and the King of Siam) de la estadounidense Margaret Landon, quien tomó el argumento de la autobiografía de Anna Lenowens, institutriz británica entre 1862 y 1867 de –se dice- los más de 80 hijos y casi 40 esposas y concubinas del rey de Siam, llamado Mongkut o Rama IV.

Si bien lo que cuenta Lenowens puede no ser exacto histórica o culturalmente hablando y su vida novelizada por Landon extrapola la realidad, ambas cumplen su cometido: atraer al lector con una trama en una tierra lejana y exótica del llamado Oriente, la corte de Rama IV y la vida del Rey de Siam que gobernó de manera absoluta de 1851 a 1868, cuando murió afectado por la malaria. Descendiente de la dinastía Chakri que llegó al poder en 1782 con el general Chao Phraya Chakri (Rama I), Mongkut fue el soberano de Siam que abrió las puertas de su reino al exterior y estableció lazos diplomáticos con Europa y naciones de varias regiones del mundo, con lo que, entre otras cosas, evitó ser colonizado.

Rama IV reformó el sistema educativo de su reino y lo adaptó a los modelos europeos con el fin de facilitar sus relaciones exteriores, pero al mismo tiempo promovió los valores locales para preservar la identidad nacional tailandesa. A su muerte, le sucedió su hijo Chulalongkorn, quien con el nombre de Rama V continuó la labor educativa y de desarrollo de su padre; entre otras cosas, abolió la esclavitud y la postración, fomentó la construcción de vías férreas y el establecimiento de un servicio civil, así como la codificación de leyes. Su labor de estadista contribuyó a que Francia u otras potencias europeas no invadieran y sometieran a Siam, a pesar de tener que ceder territorio (parte de lo que son Camboya y Laos actualmente) a la entonces colonia francesa de Indochina; por otra parte, ganó terreno en la parte norte de la península malaya, sur de la actual Tailandia.

Lo anterior ha contribuido al cuño de la frase “Tierra de los libres” (Land of the Free) que orgullosamente mencionan los libros y la población tailandeses; Rama V apoyó tanto el conocimiento y las ciencias que la primera y mayor casa de estudios superiores pública tailandesa lleva su nombre: Universidad Chulalongkorn.

Con el tiempo, otro rey, Rama VII enfrentó en 1932 un golpe de Estado a manos de un grupo de tailandeses educados en París que terminó  con la monarquía absoluta y estableció un régimen monárquico constitucional siguiendo el modelo británico, de ese modo el rey Prajadhipok ha quedado en la Historia como el último soberano absoluto de Siam y el primer monarca constitucional siamés, cargo que desempeñó solamente durante 3 años, cuando abdicó. Ese acto y el hecho de no dejar sucesor hizo que accediera al trono uno de los sobrinos del rey Vajiravudh (Rama VI), quien contaba a la sazón con 10 años de edad en 1935, lo que hizo que asumiera el poder al terminar sus estudios en Suiza diez años después como Rama VIII. Ananda Mahidol fue un soberano efímero pues falleció en 1946, año en el que su hermano Pumipón Adulyadei (Bhumibol Adulyadej) fue designado rey de Siam. El actual soberano en la línea dinástica Chakri lleva el nombre de Rama IX.

Por cierto que el musical de Broadway estrenado en marzo de 1951 tuvo en los papeles estelares a la actriz inglesa Gertrude Lawrence (Anna) –su último papel antes de morir- y el propio Yul Brynner (Rey) quien lo representó por más de 4,600 veces en el teatro; fue escrito por el compositor Richard Rodgers y el libretista Oscar Hammerstein II. La obra fue presentada nuevamente de 1996 a 1998, protagonizada por Lou Diamond Phillips (“La Bamba”) y Donna Murphy y obtuvo 4 premios Tony. En el cine la más reciente versión fue filmada en 1999 con Jodie Foster y el hongkonés Chow Yun-Fat, pero no es un musical y su título es “Ana y el Rey” (Anna and the King); también existe una producción del mismo año en dibujos animados, lo que denota sin duda alguna el interés que Siam y “El Rey y yo” despiertan en el mundo.

Siam y Tailandia han sido reinos que sin duda inspiran y son fuente de obras artísticas, ya sean literarias, musicales o fílmicas; invitan a conocerlos y comprobar en nuestro caso que existen similitudes entre este país y México, no obstante las marcadas y profundas diferencias y la enorme distancia entre ambos.H

Cartel de difusión de "El Rey y Yo"
Copyright 2011   Hidalgo


Fotos: Empresas distribuidoras y productoras cinematográficas correspondientes. Todos sus derechos reservados

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