Frente al Palacio de la paz, Phnom Penh, Camboya |
MINAS ANTIPERSONAL: UN ASUNTO DE TODOS
Jesús Martínez y Tun Chananareth son dos hombres maduros que tienen algo en común: carecen de piernas. El primero es salvadoreño y el segundo, camboyano. Ambos son víctimas de las minas antipersonal que se colocaron en el territorio de sus países durante los años de conflicto armado y los dos participan, como ciudadanos de a pie (sociedad civil), en la XI Reunión de los Estados Parte del Tratado sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal que se celebró del 28 de noviembre al 2 de diciembre en Phnom Penh, capital de Camboya.
Esa semana se caracterizó por una intensa labor de la diplomacia multilateral en el mundo. Pero mientras los reflectores estaban enfocados en la COP-17 sobre cambio climático en Sudáfrica –en seguimiento a la que tuvo lugar en Cancún hace un año- de relevancia sin duda para el planeta, pocos se enteraron del trabajo que se llevó a cabo, paralelamente y al mismo tiempo, en Phnom Penh, para atender otro grave asunto que amenaza a la humanidad y que requiere de la cooperación internacional.
Pleno de la XI Reunión |
El Tratado sobre la Prohibición de las Minas Antipersonal o Convención de Ottawa (el nombre formal es Convención sobre la Prohibición del empleo, almacenamiento, producción y trasferencia de Minas Antipersonal y su destrucción) fue negociado en dos años y abierto a la firma de los Estados en la capital de Canadá el 3 de diciembre de 1997, entrando en vigor en marzo de 1999. México, en la línea de su acción diplomática, congruente con el apoyo y respeto a los principios del derecho internacional y humanitario fue uno de los primeros 40 países que lo firmó y ratificó, además de haber sido un protagonista en el proceso de su creación no obstante y afortunadamente no haber padecido el flagelo de este tipo de armas en carne propia. De hecho el estado mexicano no produce, almacena, posee emplea ni transfiere minas antipersonal.
Jesús Martínez en Phnom Penh |
Actualmente, más del 80% de los países del mundo son parte de la Convención de Ottawa (158 Estados, con la adhesión de Sudán del Sur el 11 de noviembre pasado), pero todavía más de un tercio de los países (72 Estados) están contaminados con minas antipersonal terrestres. Son miles de explosivos enterrados o a flor de tierra, potencialmente peligrosos para los habitantes de esas regiones o para los visitantes –turistas incluidos-. Los niños no pueden jugar con libertad ni los campesinos sembrar sus tierras ante la posibilidad de que al hacerlo salten en pedazos y, en el mejor de los casos, mueran. Mundialmente existen centenas de millares de sobrevivientes de las minas antipersonal, como Tun y Jesús, que deben ser atendidos, rehabilitados y, en general, ver respetados sus derechos y sus necesidades cotidianas.
La reunión que se llevó a cabo en Phnom Penh –donde México participó- tuvo una particularidad: fue en Camboya, donde hace más de 20 años inició el movimiento contra las minas terrestres. Este país del sureste asiático es todavía uno de los más afectados por las minas antipersonal. Décadas después de haber terminado la Guerra aún existen miles de minas por desactivar. En Camboya más de 63 mil personas –muchas de ellas infantes- han fallecido o han sido heridas por estas armas. Los efectos devastadores y tristes de las minas antipersonal mostrados en Camboya a principios de los años 90 sensibilizaron al mundo y alentaron a los gobiernos sobre el uso indiscriminado de las minas. Seis organizaciones no gubernamentales (ONG) lanzaron en 1992 la Campaña Internacional para Prohibir las Minas Terrestres (ICBL, por sus siglas en inglés) y cabildearon en las Naciones Unidas. Su trabajo fructificó muy pronto y uno de los reconocimientos además de la Convención de Ottawa fue que la ICBL y su entonces coordinadora, Jody Williams, obtuviesen en 1997 el Premio Nobel de la Paz.
El miércoles 30 de noviembre, en el salón de las sesiones plenarias del imponente y nuevo Palacio de la Paz en la capital camboyana, en cuyo exterior ondeaban banderas celestes de la ONU, los participantes de la conferencia internacional tuvieron la oportunidad de ver un programa que resumió la labor multilateral contra el desminado de más de dos décadas. Los maestros de ceremonias fueron un ex militar británico desminador que perdió el brazo y la pierna derechos al intentar desactivar una mina, y una chica de Camboya que no tiene la pierna derecha y usa una muleta desde que tiene 5 años. Otras muchachas camboyanas discapacitadas, en sillas de ruedas, interpretaron una danza tradicional jemer con vestidos dorados y sonriendo angelicalmente. Los espectadores no podían más que contener la emoción, y muchos, las lágrimas.
Tun y Jesús tienen otras cosas en común: ninguno era soldado o combatiente cuando pisaron la mina que les mutiló, iban rutinariamente a trabajar. Ambos sobrevivieron y ahora son voceros de la sociedad civil, que dedican todo su tiempo y esfuerzo –desde sus sillas de ruedas- a pregonar la paz y el desminado en el mundo. Tenemos que ayudarlos.H
Copyright 2011. Hidalgo Texto & Fotos.Banderas de Camboya y ONU |
Artículo relacionado: "Víctimas de las minas" (8/jul/2013).
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