lunes, 4 de febrero de 2013

Cascadas Erawán


Desde Bangkok

Kanchanaburí paradisiaco (III)


Cascadas de Erawán
Publicado: Lunes, 4 de febrero de 2013 - 7:30 am
En: Calidad de vida, Imagen, Diario de Yucatán.


Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Pollos y pescados rellenos de té limón (Lemongrass) asados a la parrilla,  puerco con especias y azúcar, fideos con camarones y germen de soya con huevo revuelto, ensalada de papaya verde con chile, sopa picante de mariscos o de gallina con leche de coco y lemongrass eran algunas de las cosas que podían conseguirse en el mercado de comida, por cierto no muy diferente de alguno del interior de México. Aromas diferentes en cada uno de los pasillos hacían volver la mirada y querer pedir uno y otro y alguno más. Todo acompañado con arroz. Para beber, refrescos de cola transnacionales más una nueva marca local de nombre “Est” que hace la competencia a la latinoamericana “Big Cola” presente en el mercado tailandés como la tercera más consumida. Jugos frescos de fruta, pero sobre todo batidos de fruta natural (Smoothies) con hielo picado y el típico café helado que adoran los jóvenes thais. El pueblo no perdona la hora: 12 en punto, todo mundo a comer, el mercado estaba lleno.
Tras ordenar su comida, más con señas que en algún idioma hablado, satisfizo su apetito y sed para aguantar la caminata ascendente hacía las cascadas del parque Erawán, el más visitado del reino. Esta reserva nacional fue nombrada así en honor del dios Erawán, representado en la mitología hindú-budista como un elefante de triple rostro y la semejanza que tiene con una de sus siete cascadas. La de hasta arriba, la primera, la más cercana al cielo.
Después de pagar su ingreso, estacionó el coche y empezó a caminar los 2 km agrestes de pendiente del paseo de las cascadas. Mucha gente, turistas locales y extranjeros, particularmente de los países ex soviéticos. Ahora entendía porque los letreros estaban en tailandés, inglés y ruso. La piel pálida resaltaba fuera de los biquinis y pequeños trajes de baño inapropiados para la ocasión, pese a la expresa prohibición, incluso con fotos, de ese tipo de atuendos en el parque. Los tailandeses son muy respetuosos.
Después de recorrer más de medio kilómetro en un sendero cubierto de vegetación, descubrió la primera cascada, como una cortina blanca y refrescante, aunque también fangosa. Medio mundo en las fosas que se forman tras su caída y otro medio descansando bajo la sombra de los innumerables árboles, sentados o recostados en esteras y petates de diversos materiales. Un típico día de campo.
Sin embargo, la cascada no le pareció tan espectacular y decidió continuar subiendo hasta la siguiente, que aunque diferente tampoco fue sorprendente. La tercera que encontró, después de subir una empinada pendiente de 40 grados y 15 m era casi igual. Estaba sudando, no obstante ser la época fresca del año en Tailandia. Se quitó la playera y se metió a nadar en el agua fría de la montaña produciéndole un repentino choque a la alta temperatura de su cuerpo y haciendo que su piel se erizara momentáneamente antes de deleitarse nadando en la piscina natural de los bosques de este país del sureste asiático, muy cerca de la antigua Birmania. Confirmó por que se considera una montaña sagrada y pensó que Erawán debe sentirse honrado por ello y los kanchanabureños orgullosos.  
 
Las cascadas de Erawán son una bendición para el hombre y la fauna del occidente de Tailandia. Sus aguas refrescan y dan una sensación de calma no obstante el ruido que produce su caída, rumbo al río Kuei. Con imaginación se pueden ver kinnaríes semiescondidas tras los árboles, a las que se antoja perseguir para poder admirar su delicadeza, sus rasgados ojos y sonrientes labios carnosos, sus espigados torsos y ondulantes y largas manos, además de sus estilizadas colas de ave.
Un té helado fue el epílogo del paseo, ya habiendo descendido el cerro, con el sol ya avanzado en el poniente, poco antes de sumergirse en el Mar de Andamán, que aquí se esconde tras las cordilleras de una sorprendente tierra que alguna vez se llamó Siam, cuando su rey combatía contra jemeres y birmanos con elefantes, tan simbólicos de la cultura asiática.
Esa tarde regresó a Pechmaneekan Beach Resort donde pernoctó, para regresar al día siguiente a Bangkok, con un espíritu renovado que elevaron aún más las bellas orquídeas de diversos colores y variedades que compró en un mercadillo a la orilla de la carretera 323 junto con melones, lichis, plátanos, mangos, tamarindos y flor de jamaica fresca. ¿Podía pedirse más, tras un breve viaje en el último día del año del dragón?H

Copyright 2013.      Texto & Fotos: Hidalgo©

 
  


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