lunes, 21 de noviembre de 2011

Abrazado por las raíces

El buda abrazado        Publicada:  21 noviembre 2011
Imágenes de Panchaud Marc del buda de Mahathat en Ayutthaya
Imágenes de Panchaud Marc del buda de Mahathat en Ayutthaya  Ver fotos(2)
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El buda de piedra, cuyo rostro sobresalía de entre las raíces del Banyán -árbol sagrado en Tailandia y buena parte de Asia- que han ido  abrazándolo como boas a lo largo de los años, había desaparecido.

 Alrededor del árbol en el templo de Mahathat en Ayutthayá sólo se veía agua; se había convertido en un pantano, semejante a los Everglades de la Florida, donde los árboles sobresalen del agua y solamente puede uno transportarse en botes.
 

Sin embargo, aquí además de árboles y budas hay templos centenarios y en ellos varias estupas o chides (torres acampanadas), todo anegado. Era una imagen que entristecía a quienes lo había visto en su esplendor.

Algunas imágenes de templos inundados son más que descriptivas, como la del templo Wichitraram en Bangkok, donde se ven decenas de figuras esculpidas que sostienen una estupa con los brazos y las piernas abiertas dando la impresión de levantarla para salvarla del agua que les llega hasta los pies. O el gigantesco demonio que resguarda la cámara de murales en el monasterio del Gran Palacio que ha visto que el agua le alcanzaba más allá de los calcañares e impávido permanecía en su lugar.
 

Esa misma imagen se reproducía en otro templo con el añadido de que se veía a jóvenes monjes budistas chapoteando alegres frente a los guardias eternos.

El buda de Ayutthayá es un icono turístico, y si bien pareciera haber sido dejado a propósito bajo el árbol con la finalidad de que sus raíces lo envolvieran y dar la impresión de ser más antiguo de lo que es para sorprender a los visitantes, lo cierto es que el banyán lo acogió rápidamente como doncella amorosa que abraza a su caballero ideal, amor platónico o príncipe azul cuando finalmente lo encuentra y lo tiene cerca. El, cariñoso se ha dejado ceñir por ese natural abrazo que les confiere a ambos una aureola celestial que encanta a quienes los ven, independientemente de ser o no religiosos. Es la fuerza y la ternura de la naturaleza proyectada en el arte sacro.

Dada su importancia a nivel nacional y mundial, el Departamento de Bellas Artes de Tailandia ha realizado estudios para conocer la magnitud de los daños a la zona arqueológica —templos— de Ayutthayá, los cuales se calcula ascienden a 3 millones de dólares. La UNESCO, dado que se trata de un sitio considerado Patrimonio Histórico de la Humanidad, enviará especialistas de diferentes países para ayudar a la restauración con el fin de evitar que algunas de las antiguas construcciones colapsen y poder recibir sin riesgos al turismo, del cual en gran medida vive esta ciudad.

Así, con el paso de las semanas, las aguas comienzan a retornar a su nivel, pero los tailandeses se han tomado esta calamidad también de modo muy natural. Caminan, juegan, nadan, chapotean y navegan en las aguas crecidas que convirtieron calles y carreteras en canales y patios y explanadas en lagunas. Ríen, a pesar de todo, y hacen chistes, como los mexicanos suelen hacerlo ante la adversidad -recordemos el terremoto de 1985-. Reírse de sí mismos, que al fin y al cabo hay que disfrutar la vida en este mundo que es sólo una vía de tránsito para alcanzar el paraíso y la vida eterna siempre que no se haga daño al prójimo. Es lo que el budismo intenta enseñar y pregona que debe practicase.

Ahora el rostro, o mejor dicho la cabeza del buda abrazada por el banyán puede verse nuevamente en Wat Mahathat. Estuvo sumergida durante semanas tras haberse inundado Ayutthayá, antigua capital siamesa que comienza a recuperarse y cuyos habitantes están limpiando del fango y basura acarreados por los ríos. El buda no presenta vestigios de suciedad y seguirá siendo contemplado por miles de personas. El desastre natural lejos de ahogarlo le ha dado una oportunidad, la de tener una nueva anécdota que los guías contarán a los turistas aumentando su legendaria presencia y su halo de santidad entre los creyentes.

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Texto: Hidalgo

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