Jorge Luis Hidalgo Castellanos
La familia Kako tiene cinco miembros. Los jóvenes padres y tres hijos, de los cuales el mayor tiene cinco años y el menor uno. Arribaron a Bangkok hace un año porque el Sr. Kako es ingeniero químico y fue trasladado por su compañía, Ajinomoto, una de las más grandes empresas de alimentos de Japón, que cuenta con fábricas en Tailandia, desde donde distribuye sus productos no sólo a este país sino a otros de Asia e incluso al mismo país del Sol Naciente. Esto no es raro ya que en Tailandia existen más de 7 mil negocios japoneses, entre los que se encuentran los grandes nombres y marcas como Toyota, Honda, Sony y Mitsubishi. Tailandia es un polo de atracción de la inversión japonesa.
La familia Kako es una de las miles de familias japonesas que residen en Tailandia, nación a la que el clima, la cultura y el menor costo de vida atraen como la miel a las abejas. De acuerdo con datos de entidades turísticas de Japón, se calcula que en 2010 visitaron Tailandia casi 900 mil nipones y su embajada mantiene un registro de 50 mil nacionales radicando en Bangkok y otras ciudades del país de las sonrisas, la mayor población nipona en Asia fuera de Japón y quizá la segunda en el mundo después de Brasil.
No es nada raro encontrar en ciertos barrios letreros en japonés y gente de esa nacionalidad. La zona de Sukhumvit, por ejemplo, es muestra de ello. En una zona parecida a la colonia Polanco en la ciudad de México, la mayor parte de sus habitantes es de Japón. Los restaurantes, comercios, salas de masajes, cafés, hospitales y escuelas presentan publicidad, cartas y cursos en su idioma o tienen personal bilingüe para atender a esa población.
En los altos edificios y condominios de las calles 22 a la 65 de Sukhumvit Road, perpendiculares a esa avenida que parece ser la columna vertebral de la capital tailandesa, no es exagerado decir que el 90 por ciento de sus departamentos está ocupado por japoneses, como los Kako, empleados de firmas trasnacionales de su país, con buenos sueldos y amplias prestaciones que les permite a sus hijos acudir a escuelas internacionales, donde se imparte la educación en inglés. Pero varios de esos colegios particulares ofrecen también la educación en japonés, con sistema y métodos de su país, es decir, sólo cambia el clima para esos niños. Además, claro está, existe el Liceo Japonés y otras escuelas que si bien imparten en inglés o francés sus lecciones y materias, también ofrecen la posibilidad de estudiar japonés como segundo o tercer idioma.
Además de Sukhumvit, la comunidad japonesa en Bangkok se concentra en las áreas de Sala Daeng –distrito financiero- y Pathumwan donde existen dos grandes tiendas de departamentos dirigidas a ella: Isetan y Tokyu. Las mejores librerías de la ciudad, por su variedad, tamaño y calidad son, sin duda, las de Kinokuniya y los supermercados Fuji son trasplantados, pues al traspasar sus puertas, uno se siente en Japón, rodeado de productos de ese país.
Los Kako son una familia feliz y joven, de una generación que difiere de la de sus padres en gustos, perspectivas y ambiciones, pero son tan atentos, respetuosos y amables cuanto ellos. En general son cosmopolitas, sociables y hablan inglés, de manera que se relacionan con gente de otras nacionalidades sin problema y amplían el círculo de amigos más allá de su comunidad.
Con las recientes inundaciones en Tailandia, la mayoría de estas familias fue obligada por las empresas que emplean a los jefes de familia a evacuar y retornar temporalmente a Japón–todo pagado-, lo que se resintió en la economía y en la cotidianeidad de Bangkok. Permanecieron, eso sí todos los empleados de las firmas japonesas, al pie del cañón laborando o auxiliando a los tailandeses y con la camiseta de su compañía y su país bien puesta, entre ellos el Sr. Kako, quien suele tomar cerveza Asahi helada, aunque siempre que se le ofrece una Corona esboza un amplia sonrisa y la prefiere y hasta sabe decir Salud!H
La familia Kako es una de las miles de familias japonesas que residen en Tailandia, nación a la que el clima, la cultura y el menor costo de vida atraen como la miel a las abejas. De acuerdo con datos de entidades turísticas de Japón, se calcula que en 2010 visitaron Tailandia casi 900 mil nipones y su embajada mantiene un registro de 50 mil nacionales radicando en Bangkok y otras ciudades del país de las sonrisas, la mayor población nipona en Asia fuera de Japón y quizá la segunda en el mundo después de Brasil.
No es nada raro encontrar en ciertos barrios letreros en japonés y gente de esa nacionalidad. La zona de Sukhumvit, por ejemplo, es muestra de ello. En una zona parecida a la colonia Polanco en la ciudad de México, la mayor parte de sus habitantes es de Japón. Los restaurantes, comercios, salas de masajes, cafés, hospitales y escuelas presentan publicidad, cartas y cursos en su idioma o tienen personal bilingüe para atender a esa población.
En los altos edificios y condominios de las calles 22 a la 65 de Sukhumvit Road, perpendiculares a esa avenida que parece ser la columna vertebral de la capital tailandesa, no es exagerado decir que el 90 por ciento de sus departamentos está ocupado por japoneses, como los Kako, empleados de firmas trasnacionales de su país, con buenos sueldos y amplias prestaciones que les permite a sus hijos acudir a escuelas internacionales, donde se imparte la educación en inglés. Pero varios de esos colegios particulares ofrecen también la educación en japonés, con sistema y métodos de su país, es decir, sólo cambia el clima para esos niños. Además, claro está, existe el Liceo Japonés y otras escuelas que si bien imparten en inglés o francés sus lecciones y materias, también ofrecen la posibilidad de estudiar japonés como segundo o tercer idioma.
Además de Sukhumvit, la comunidad japonesa en Bangkok se concentra en las áreas de Sala Daeng –distrito financiero- y Pathumwan donde existen dos grandes tiendas de departamentos dirigidas a ella: Isetan y Tokyu. Las mejores librerías de la ciudad, por su variedad, tamaño y calidad son, sin duda, las de Kinokuniya y los supermercados Fuji son trasplantados, pues al traspasar sus puertas, uno se siente en Japón, rodeado de productos de ese país.
Los Kako son una familia feliz y joven, de una generación que difiere de la de sus padres en gustos, perspectivas y ambiciones, pero son tan atentos, respetuosos y amables cuanto ellos. En general son cosmopolitas, sociables y hablan inglés, de manera que se relacionan con gente de otras nacionalidades sin problema y amplían el círculo de amigos más allá de su comunidad.
Con las recientes inundaciones en Tailandia, la mayoría de estas familias fue obligada por las empresas que emplean a los jefes de familia a evacuar y retornar temporalmente a Japón–todo pagado-, lo que se resintió en la economía y en la cotidianeidad de Bangkok. Permanecieron, eso sí todos los empleados de las firmas japonesas, al pie del cañón laborando o auxiliando a los tailandeses y con la camiseta de su compañía y su país bien puesta, entre ellos el Sr. Kako, quien suele tomar cerveza Asahi helada, aunque siempre que se le ofrece una Corona esboza un amplia sonrisa y la prefiere y hasta sabe decir Salud!H
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