Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Cuando era niño, solía jugar a la sombra de los guamúchiles, árboles de hojas pequeñas que junto con los mezquites, amates, mangos, mameyes, tlalahuacates y tamarindos formaban el pequeño bosque de La Cañada, tórrida, bucólica y pequeña comarca del sur de México, donde crecí.
Los primeros y los últimos árboles mencionados en el párrafo anterior se relacionan con Tailandia de alguna manera. Ambos habrían llegado al otrora Siam desde la India hace siglos. Los guamúchiles (Pithecellobium dulce), cuyas vainas frutales enroscadas están compuestas de hasta diez blancas y carnosas esferas sin centro –huecas- es originario de América y llegó a través de Filipinas con los navegantes españoles; de hecho en tailandés se llaman “tamarindo extranjero” (Makhamtaed), pues el tamarindo (Tamarindus indica) se asume como un fruto local (Makham), aunque proviene de India.
Ha sido aquí, en Tailandia, donde he encontrado esa relación entre ambos frutos -guamuchil y tamarindo-, tan comunes en las áreas tropicales y áridas de nuestro país.
Es verdad que el guamúchil, es poco conocido en buena parte de México, incluyendo su capital, -si bien se asegura que es originario del país- y que no es de un sabor particularmente encantador. Es sin embargo, muy apreciado en los lugares donde se da, en general de manera silvestre –desconozco un huerto de guamúchiles-.
Entre sus propiedades están que alivia la tos, su corteza es astringente y combate la disentería y es hemostática, lo que ayuda a curar úlceras internas.
A un lado de mi escuela en la provincia mexicana y muy cerca del curato, frente a la iglesia, había una pequeña colina que escalábamos y sobre la que corríamos hasta llegar al árbol de guamúchil que había en la cima para cortar o recoger sus dulces frutos que avidamente comíamos entre mayo y junio, a los ocho o diez años de edad. Ese montículo, pocos años después se descubrió, era una pirámide prehispánica; templo de un centro religioso tlapaneca de influencia mexica, en el antiguo Huamuxtitlán. Su etimología es, en efecto, guamúchil.
No me sorprendería encontrar en algún lugar de Isan o en el norte del reino tailandés un cerrito con un guamúchil en su cúspide o quizá un tamarindo y bajo de él, cubierta de tierra y hierba, una chide o un templo antiguo siamés o jemer, de los millares que existen todavía.
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