Por Jorge Luis Hidalgo Castellanos
Su olfato percibió antes lo que su mirada descubriría
un poco más tarde: un fragante y sutil aroma que evocaba de inmediato el
trópico. Abrió los ojos y a través de la ventana abierta divisó una gran
extensión de terreno con plantas que parecían magueyes. Enfocó con atención y
al relacionar la plantación con el olor se dio cuenta que era un piñal.
Para entonces ya estaba en el sur de Tailandia, en la
parte angosta de su territorio, la que los locales identifican con la trompa de
un elefante, por su forma. Iba rumbo a Malasia y de ahí a Singapur, recorriendo
desde el norte la península malaya.
Las piñas tailandesas en general son pequeñas, como si
el tamaño fuera hecho a propósito para concentrar el dulce que las caracteriza.
Nunca antes había probado una piña tan dulce y sonrió al recordar que hay quien
dice que todo se parece a su dueño y en el caso de los frutos a la tierra y sus
nutrientes pero también a la gente que la cultiva y que vive cerca de ellos.
El origen de la piña (Ananas comosus) está en el continente americano, en particular
en lo que
ahora es Brasil y Paraguay, donde existían hace siglos o milenios de manera
silvestre. Botánicamente se trata de una bromeliácea que de Sudamérica fue llevada a través del tiempo por los
indígenas que se atrevían a viajar con los pocos medios existentes en ese
entonces a otras regiones del continente incluso hasta Centroamérica y el
Caribe, de tal manera que cuando Cristóbal Colón arribo entre muchas de las
maravillas que encontró en Guadalupe, una de las islas caribeñas, estaba la
“piña des Indies” o naná.
En su preciosa carga Colón llevó en a España algunas piñas. De Europa las
carabelas y galeones españoles diseminaron dicha fruta por el mundo pues la
llevaban para prevenir el escorbuto común de la época, teniendo como resultado
que germinara en aquellos lugares con climas y tierras parecidas a las
latinoamericanas. Los españoles introdujeron la piña a las islas Filipinas en
el siglo XVI, dominio que administraban desde la entonces Nueva España y que
comunicaban a través del Galeón de Acapulco. De Filipinas habría llegado a Guam
y de ahí quizá a Hawái, uno de los mayores productores actualmente. Los
portugueses a la corte del rey de Siam, Narai, en donde se le llamó
sapparod.
Este fruto recibe diversos nombres: piña, ananas, pineapple y nanás, siendo
este último el que algunos estudiosos señalan como el original en idioma guaraní,
que significa “fruto excelente”. Sin embargo, en Brasil se le llama abacashí, nombre
que deriva de la palabra tupi guaraní abacaxí.
Los nativos sudamericanos regalaban el fruto en señal de amistad.
Los ingleses recibieron la piña en 1660 y dado el gusto que los nobles
tuvieron por ella empezaron a cultivarla en invernaderos a principios del siglo
XVIII. Desde fines del siglo XIV se denominaba “pineappel” a la flor de las coníferas
y en 1664 cuando conocieron el abacaxí le llamaron pineapple por su semejanza
con el órgano reproductor de los pinos. Con el tiempo y a partir de 1694 se
acuñó el término “Pine Cones” para las flores de estos árboles y diferenciarlas
de las piñas.
Hay diversas variedades de piñas y especies como la piña de Playón (Ananas bracteatus) con algunas parientes
distantes como la pingwing (Aechmea
magdalenae), pinguin (Bromelia
pinguin) y la piñuela (Karatas
plumier).
En América, el polinizador natural en los piñales es el colibrí y también
el murciélago como en los agaves Tequilana
weber. La polinización obviamente produce semillas, pero cuando se produce
a gran escala se requieren frutos con mayor calidad por lo que algunos métodos
incluso evitan la presencia de las chupa-rosas como en Hawái, donde existen
grandes plantaciones y se prohíbe la importación de estas pequeñas aves, por
cierto también de origen americano. En ese archipiélago de EE UU es donde James
Dole, que dio origen a la marca que lleva su apellido, tuvo sus primeros piñales
con el objetivo de garantizar que toda tienda en su país tuviera piñas
enlatadas.
Admirando las plantaciones de piña, desde el tren que va al sur, recordó
que en los límites de los estados de Oaxaca y Veracruz en México se ven campos
parecidos y se le hizo agua la boca imaginando beber jugo de piña fresco,
recién exprimido, a la orilla de la carretera que va a Matías Romero. Se acordó
que una planta lleva dos años en producir y que si se coloca la cabeza del
fruto al ras del suelo retoña y puede producir un fruto por año.
Pese a que Hawái produce más de 250 mil toneladas de piña anualmente, solo
representa el 10% de la producción mundial. El sureste asiático produce la
mayoría de las piñas del planeta y Tailandia es el mayor productor del mundo
con 100 mil hectáreas dedicadas a este suculento fruto tropical y exótico. México,
Honduras, Filipinas, Dominicana, Costa Rica y China son también grandes
productores.
Sintió hambre y en el vagón-comedor ordenó un Mehkong Whisky de aperitivo y
Khao op Saparod, arroz y frutos del mar servidos
en la mitad de una piña. –¡Ah! si el Presidente Washington
hubiera estado aquí habría gozado su fruto favorito, pensó mientras comía el
primer bocado. H
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